Nadie se salva del anhelo-palabra, de reducir sus llagas a segundos suturar un labio en cada cráter ni construir una escalera que vaya de la palma hasta el ombligo o vivir inmaculado lo que duran las letras esperanzas cocidas de la iris a la cama. Nadie se salva de ser mármol de aliento esculpido en la arritmia de cardiaco fabulario en pantano lluvia bilingüe traduciendo el hedor en moraleja o mito que del cántaro a la fuente sea fuente de verdad o sed sin fondo. Nadie se salva de ser un rumor pasional, un dime con estela intérprete sin guía- acuestate a dormir o duerme poco que al final la palabra será el foco donde emane la carne que te quedas. Nadie se salva de ser resto o una mueca aunque dure tan sólo dos segundos y cada letra cueste una mirada. No hay hombre ni mujer en este mundo que se salve de ser una palabra.